Últimamente pienso mucho en Clémentine

viernes, 28 de junio de 2013

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Dentro de la casa no se oía ni el vuelo de una mosca. Qué paz… más extraña. La quietud caía sobre las superficies abarrotadas y en buena falta de un lavado como una patina más. Como los años o el polvo, pero esta vez descanso y sol. Todo el hogar parecía soltar un suspiro contento.

Hasta el grito. Rebotó contra las paredes de madera, de un mueble viejo a otro. Escaló por la chimenea hasta esparcirse por el tejado y el bosque circundante. Venía del patio trasero.

A Christian Le Fer lo iban a matar de un susto. Miró a su alrededor. Aún quedaba tanto que hacer y apenas horas de luz.

~ Esta casa es un desastre ~

Masticó un par de veces y escupió la arena contra el suelo situado a escasos centímetros de la nariz. Y, cuando se puso en pie, fue de un salto y moviendo el puño en trayectoria de colisión irremediable. Solo entonces, satisfecha con su venganza, se apartó las rubias trencitas de la cara de un manotazo y llenó los pulmones.

– ¡Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen!
– Eres una tramposa, Clémentine.

Con seis años, la acusación iba cargada de tintes de Alta Traición y fue recibida como tal. Se lanzó sobre Yvan con la indignación agitando los dos pequeños cuerpos hasta que Chris llegó a separarlos.

Siempre llamaba primero a Benoît pero siempre llegaba él primero. Vigilante como un búho muy delgado tras las gafas demasiado grandes – de monturas heredadas del abuelo. Todo lo que tenían era reciclado, como los muebles y las ropas. Como las advertencias y los cuidados que había recibido de su madre y trataba de pasar a los pequeños. Eran su responsabilidad. Últimamente, parecía que todo era su responsabilidad. Se subió las pesadas gafas por el puente de la nariz y encaró a los niños.

Yvan escupió la sangre y se apresuró a explicarse. Clémentine no se quedó atrás, con la testaruda seguridad de que iba a recibir una regañina que no merecía. De entre la cacofonía de justificaciones que se formó, el sufrido adolescente pudo entresacar la verdad. Suspiró, apretando los dientes y buscando paciencia donde ya casi no quedaba.

– La navaja. – Le pidió a su hermano, con la mano extendida en gesto perentorio. – Di, no puedes pegarle así.
– Porque soy una chica. – gruñó la niña, cruzando los brazos regordetes en ademán belicoso.
– No. Porque eres más fuerte que él y le haces daño de verdad.

Le dirigió una mirada severa y señaló con la navaja requisada los arañazos y moratones que cubrían a Yvan. Después, le devolvió el objeto a su legítima e intacta dueña. Ni un rasguño tenía en la piel que aparentaba ser delicada porcelana.

Estaba planteándose cómo castigarlos sin que implicase descargar su frustración contra ellos ni a gritos ni mucho menos a golpes cuando Ben decidió aparecer. Rompió el silencio enfurruñado con un derrape que lo dejó en el centro del grupo con una sonrisa.

– ¿Dónde está el fuego?

Y lo convirtió en un objetivo más conveniente. Chris había tenido más que suficiente. Se volvió hacia él con tanta fuerza que tuvo que colocarse las gafas.

– ¿Quién tenía que cuidarlos hoy?
– No sé… – Ben, completamente impermeable a la rigidez con la que le hablaba su hermano, empezó a contar con los dedos. – El tío está en rehabilitación, Max y Ed en el campamento de fútbol… ¿A Jér?
– Jér está en la tienda con papá – apuntó Christian, con una mueca. Su cuerpo irradiaba tensión conforme más tiempo malgastaba en la estúpida trifulca. – porque yo tenía que estudiar para los finales.
– Entonces te toca a ti, tíiiiiio. – Rió, Ben.
– ¡No! ¡¡Porque. Yo. Tengo. Que. Estudiar!!

Si había algo que le importaba más a Chris que sacar adelante aquella casa con una semblanza de normalidad y de orden eran sus buenas notas. Para tener un buen futuro. Era una de las pocas cosas que le había inculcado su madre antes… Antes.

Si los ojos le brillaban y temblaba un poquito, nadie lo mencionó. Los niños bajaron la cabeza, asustados. Ben cogió a Clémentine en brazos y la mano menos magullada de Yvan y los llevó a merendar, llenando el silencio de la cháchara alegre que tan bien se le daba. No hubo un problema más en las siguientes horas… hasta los puso a trabajar en la cena, que resultó ser crêpes con Nutella para los ocho.

Y cuando Chris salió de su gruta de estudio bien entrada la madrugada, se encontró una bandeja con comida y una hoja. Sus ojos cansados sonrieron, con más años pesándoles que los dieciséis de su osamenta. Comió los sándwiches de pollo, de foie–gras y de pan de leche y lacasitos naranjas. Ni siquiera corrigió las faltas de ortografía, porque por un rato pudo dejar su puesto de mando.

Lo sientimos mucho mucho mucho Muuuuuuuuuuuucho, Chris. Eres el mejor ermano del mundo :)

Todo iba como tenía que ir.

Drabble 21: Nota

viernes, 31 de mayo de 2013

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– 6,25.
– ¿Sí?
– ¿Qué le darías tú?
– Un ocho. ¡Es Van Damme!

La risa cantarina se deshizo contra su mejilla cuando Clém le echó los brazos al cuello y lo besó allí. A años luz.

– Sim, déjame los chicos a mí, que de esto entiendo. ¡Y aliméntame! – terminó en tono imperioso, acompañado de un mordisquito en el hombro, antes de apartarse.

El abuelo los miraba desde el sofá, agitando la cabeza, ayudando a su nieto pequeño a terminar las cuentas porque la francesita se había rendido.

Retirarse a tiempo. Ya podía tomar nota Simon. Antes de que el daño fuera irreparable. 

Sí que te la hizo buena

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Cálidos y tan lentos y suaves, los besos. Como lentas se rozaban las caderas, juguetonas pero sin pasión real detrás. Las manos de él llevaban todo el tiempo aferradas a las costillas de ella, justo debajo del pecho. Como náufrago a una tabla.

– No está funcionando esto, ¿verdad?
– Lo siento.
– Wordsworth, por favor. – El tono de broma contenía ternura más que otra cosa. – Podría sentirme rechazada, si no estuviera tan terriblemente buena.
– Más buena de lo que mi cama y yo nos merecemos. – Asintió gravemente, con los ojos sinceros y los labios enrojecidos curvados en una pequeña sonrisa.
– Sí que te la hizo buena, ¿eh? – comentó muy bajito, con cuidado, después de un silencio contemplativo. Le apartó el flequillo de la frente para plantar un último beso en ella. – Cain.

Dejó la posición dominante sobre él para acomodarse en su pecho, plegándose contra su costado. El silencio estaba cargado con el ruidoso tragar de saliva de su amigo, quien clavaba los ojos en el techo como si le fuera la vida en ello.

– Está bien, ¿sabes? Si quieres hablar de él o echarle de menos o…

O llorar.

Con todo lo que lo había visto llorar en lo poco que hacía que se conocían, se le hacía extraño lo enquistada que tenía esa pena. Tan secreta, como una gran vergüenza. Suponía que lo era: ella tampoco lloraría o echaría de menos a alguien que no llorase por ella o que, si la echase de menos, lo mínimo que podía hacer era llamar.

– O no, va. Que tampoco hace falta. Pero eso, si quieres contar con mis fabulosos consejos o unos bellos pechos sobre los que llorar, sabes que estoy aquí. – Sintió su risita contra la mejilla más que la oyó y sonrió a su vez. – Lo sabes, ¿no, Hen?  
– Lo sé. – contestó con seguridad, después de apretarla contra sí. Luego, como si aferrarse al humor fuese la única forma de salir de aquel charco conversacional en el que ella lo había tirado a traición, comentó. – Aunque no sé yo si fiarme de tus consejos.
– Deberías, Wordsworth, que sé de lo que hablo. Respeta a tus mayores, hombre. – Le dejó salir. Ya había establecido lo que quería, de todas formas. Que le cubría las espaldas. De todas las formas en las que contaba. – Además, el primer consejo es gratis. Y ya sabes cuál va a ser. – gruñó una queja casi antes de que ella terminase de canturrearle la última frase. – No seas así. Tómate el café, flirtea un rato con un chico guapo al que le gustas, diviértete. No está prohibido. Y ya va siendo hora. Que se te va a freír el cerebro de tanto estudiar, rubio.

Eso le arrancó otra risita sin fuerzas y debió de recordarle algo que le llevó a mostrarle una ilusión. Sus susurros bajos y carismáticos – como nunca lo era su voz cuando no estaba narrando – los acunaron hasta que cayeron rendidos. No era el cansancio que había planeado ella en un principio pero era casi mejor.

Sí, era mejor.

Drabble 93: Meteorología

lunes, 27 de mayo de 2013

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Es rara, la meteorología biológica. Por qué no puedo parar de llorar cuando me estalla la satisfacción en los costados y siento la calidez de su aliento y la protección de su pecho contra mi espalda.

La piel convertida en gravilla helada por el cosquilleo de la excitación y ahí - sí, justo ahí - el trueno de un gemido somnoliento que me dice que está conmigo aunque tan lejos entre sueños.

Vadeo la tormenta. En el mundo de la vigilia, antes de la inyección de cafeína que me llevará por el día. A esto se referían. Felicidad.

Me gusta.

Drabble 22: Chocolate

domingo, 5 de mayo de 2013

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– La primera vez… me tumbó sobre el suelo de madera de su habitación y me cubrió de miel, lamiendo cada gota de mi piel después. – Rió, con los ojos brillantes pero sin derramar ni una lágrima. Estaba tan lejos de allí. – No hacía más que retorcerme y, mientras pude hablar, decirle que era una guarrería y que lo iba a matar...


– Estás borracha.
– También es cierto. – Se dejó caer, desparramando su cuerpo sobre el sofá en ángulos descosidos unos de otros. – De chocolate. Le dije que era de chocolate, con esos ojos.

También era cierto. Y qué más daba ya.


Drabble 29: Sueño

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- Era tu sueño.
- Déjame, los sueños son para los novatos.
- Dice la "adulta" citando Hércules. - Puso tanto énfasis en adulta que podía haberse hecho una contractura en el sarcasmo.

Y bien merecido se lo tendría, el muy imbécil.

- Ah, ¿sí? Pues la cabra tenía razón. Dime, ¿qué he conseguido soñando? ¡¿Adónde narices me han llevado mis sueños de mierda?!
- ¿Ahora mismo? Te han llevado aquí. - Sonrió solo un poquito. - Conmigo.

¿Creía que iba a caer en un truco tan sucio y dejar de discutir?

Pues tenía toda la razón, el maldito manipulador.

Drabble 3: Amortiguar

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Los días pesan; las pesadillas más. Lía quiere ser fuerte. A veces, lo consigue. 

Ahora corre todos los días, hasta que las piernas se doblan y da contra el suelo. La lengua pegada al paladar y el flequillo a las cejas. Se levanta tan temprano. Con la sonrisa bien alta. Un esfuerzo que duele sobre las clavículas.

Respira el aire espeso y hay momentos que se hunde. Pero no se ahoga. Su hermana está ahí y la agarra fuerte de las costillas. Un abrazo que desterra todos los miedos.

No te vas a desvanecer. Si te caes, yo te cojo. 

FLAMES TO DUST/LOVERS TO FRIENDS

domingo, 28 de abril de 2013

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why do all good things come to an end?

...tiene manos de ácido sulfúrico y sonrisa de goma-2...


...y creo que lo quiero

Playing with old stuff (II)

sábado, 20 de abril de 2013

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[y esa vieja idea proviene de esta chorrada de cuentecillo que se me ocurrió hace mucho. En teoría, han pasado entre 6 y 8 años de esto a lo anterior]

Cuentos de críos

La bruma bailaba sinuosa entre los árboles y revoloteaba al viento, jugando con las hojas muertas. El lugar bullía con una vida ajena para alguien como yo, urbanita por elección. Con curiosidad y desapego, observé un par de bichejos competir por el primer puesto en la escalada del monte Vieja Vans.

Playing with old stuff

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[ando jugando con una vieja idea porque no me apetece trabajar en lo que debo - muy responsable por tu parte, K - y que comenzaría así]

¿Qué te habías creído?

Digan lo que digan, en España no hay sequía. Y, si la hay, ya me gustaría a mí verla.

Me alejo de la ventana y vuelvo al fogón, haciendo malabares con las siete comandas que tenemos en distintos grados de preparación. Me sacudo el flequillo, pegado a la frente por el sudor y me seco las manos pegajosas contra el delantal. Sorteando a mi equipo en la abarrotada cocina, coloco la comida de un par de pedidos en los platos con meticulosidad rayana en la obsesión y pongo éstos al alcance de los camareros, esos seres inferiores que se limitan a transportar cosas sin tirarlas y se quejan de lo difícil que es su trabajo. Una bullabesa es difícil, cielo.

lunes, 15 de abril de 2013

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Treo tiene pelo.

Es una masa espesa que cuelga hasta un poco por encima de sus manos. Las pocas veces que Sieve se ha atrevido a tocarlo, le ha dado la sensación de finísimos hilos metálicos, solo que más suaves y flexibles. Se pregunta si con ellos se podría ahorcar, como hacen con las reses en la sala de cortes.

Lo ha conservado porque les gusta. Es de color sol, oyó decir una vez, y no termina de entrarle en la cabeza. Siempre había imaginado la fuente de iluminación como una enorme linterna, con su luz parpadeante y azulada. El pelo de Treo no se parece a nada que haya visto.

Última tiene el cabello oscuro y es tan extrañamente familiar que Sieve siente una pequeña disonancia en forma de vértigo al tener que ocuparse de él. Es fuerte, con porciones más claras como si le hubiese salpicado algún producto de la sala de mantenimiento.

De alguna manera, Última es más humana que su propia hermana.

Ciudad de No IV: Fundirse en luz

domingo, 14 de abril de 2013

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Los rayos de sol alancean la cama y le arrebatan el escaso refugio del sueño. Con un quejido, Ojazos se levanta y recuerda repentinamente que no tiene nada que hacer. Nada que hacer, ¿no es sorprendente? Un lujo así en una ciudad tan tirana como No. Se estira en la cama, meditando sobre las posibilidades. La luminosidad rayada que se abre paso por la ventana sucia la asemeja una pequeña tigresa que se despereza antes de la caza.

What the hell, K?

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WHAT
THE
HELL
?


Sí.

Desaparecí. Un... ¡Un año entero! Es increíble cómo pasa el tiempo para las cosas que no haces y las oportunidades que pierdes. Podría mentir y contaros que el motivo de mi ausencia fue un problema médico. Fue el comienzo, pero no la razón que me ha mantenido en vacío tanto tiempo. Podría hablaros - así, aleatoriamente y con afán de distracción - de cómo aprendí que todos los que te van a hacer daño y lo saben, hablan y hablan. Como si las palabras fueran a distraerte del dolor. Curiosamente, lo hacen. Pero eso no viene al caso.

Anyways, por diversas razones me fui y por diversas razones he vuelto. Pero creo que lo único que importa es que


y creo que voy a celebrarlo colgando algo viejuno pero que continúa un poco el hilo de lo anterior y me dará pie (esperemos) a seguirlo.








Eh,


os he echado de menos.